En la entrevista realizada por la periodista Anna Cler para el programa Noms Propis de la cadena RTVE, José Luís Martínez, cuenta sus experiencias personales dentro del mundo de las drogas y describe cómo este recorrido le ha permitido llegar a convertirse en un intervencionista familiar experto en adicciones para poder ayudar a cientos de familias y personas que han incurrido en esta enfermedad.
El entrevistado cuenta que estuvo rodeado por las drogas durante alrededor de 20 años y explica sus inicios en este mundo. Cuenta cómo experimenta con el primer porro cuando apenas tiene 11 años y la razón que le lleva a hacerlo es demostrar de alguna manera su hombría, pues los niños le insultaba y le hacía bullying por su sensibilidad y su relación cercana con las niñas.
Es así cómo siente esa sensación de alivio, cuando empieza su recorrido progresivo y crónico en las drogas.
“Cuando yo consumo por primera vez y entonces encuentro que yo alivio ese sufrimiento interno por no ser aceptado por los demás, que eso es el Bullying…”
En la entrevista, Anna le pregunta si él considera que las drogas son un mal que afecta principalmente a las familias desarticuladas o de baja condición social y responde que las adicciones son una enfermedad catalogada por la OMS, que no distingue clases sociales o tipos de familias.
“Al final esto es una enfermedad, y es una enfermedad que para mí es multifactorial. Hay un factor genético que te predispone, hay un factor mental, que es ese desajuste emocional que para mí es traumático en el 100% de los casos, y luego hay un factor social”
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“¿Cómo logras salir de este agujero? –añade la periodista- Porque son años intensos y supongo que a tu alrededor tu entorno, tu familia, a tus padres les habrá destrozador ver así a su hijo.”
“Mira yo considero que esta es una enfermedad familiar. Uno la padece y la familia la sufre. Pero la familia la sufre “a pelo” como digo yo, porque yo la padezco, pero como estoy consumiendo, ni sufro ni padezco igual, o sea mi única obsesión es consumir. Y los que están a mi alrededor sienten un auténtico desgaste.
Yo tengo que decir, en mi caso, de mi familia, que sin ellos yo no estaría aquí, porque realmente ellos nunca desistieron.”
Anna entonces pregunta: “¿Hay que entender desde afuera que el adicto es un enfermo crónico? Supongo que para un padre cuesta entenderlo así.”
“Pero es que realmente cuando entiendes que esto es una enfermedad, aceptarás a esa persona tal y como es. No lo vas a culpar, no lo vas a juzgar, no lo vas a avergonzar. Sí es cierto que yo hoy soy un enfermo en recuperación como otras enfermedades crónicas.
Mi enfermedad de la adicción la tengo también dormida digamos, porque práctico en mi vida una base diaria de terapias. Pero aun así, después de 20 años, con el sufrimiento que he causado, es muy difícil quitarse esa culpa…”
La entrevista transcurre con una serie de preguntas en las que José Luis relata varios aspectos personales de su vida y afirma que tuvo un acercamiento a la muerte en muchas ocasiones, hasta que finalmente llegó al camino de la rehabilitación donde comprendió que tenía una enfermedad crónica, con la que tendría que convivir y hoy está libre de sustancias que puedan afectar a su salud.
Continua entonces la periodista y pregunta a José Luis: “Al salir de este agujero negro, vas a EEUU y estudias Administración de Empresas y Marketing, obtienes además un máster, pero decides ir por otro camino y ayudar a las personas que están en la misma situación que tú has estado y decides formarte como intervencionista familiar.
La figura del intervencionista ¿exactamente qué es?”
Lo mismo que a ti te sonó a “chino” la primera vez que lo escuchaste, a mí también me pasó lo mismo y yo estaba ya en el sector de las adicciones.
Estaba en Inglaterra y me acuerdo que era la primera vez que salía de España y vi a una persona que estaba vendiendo un libro y que se estaba promocionando y vi que era “interventionist”.
Entonces yo me acerqué porque soy muy curioso y le pregunté ¿y esto qué es? Y me dijo que era una figura que ayudaba a las familias que tienen un ser querido que está en activo, que está consumiendo y que no se quiere tratar.
Y yo le dije ¿y esto cómo se hace? y me explicó que era una reunión que se hacía con más gente, se preparaba al grupo y al final se alineaban todas las posturas de toda la familia para seguir un camino sin juzgar, sin culpar, sin avergonzar, con mucho cariño, con mucho respeto. Me contó que que 9 de cada 10 decían que sí a entrar en tratamiento.
Luego lo puse todo en tela de juicio porque yo no me lo creía pero sí que es cierto, es que empecé a indagar y vi que esto tenía un éxito importante en Estados Unidos.
Tuve la fortuna de ir allí, de formarme y de aprender de los mejores, trabajé con ellos y después volví a España con mucha ilusión en implantar el método. Pero la experiencia fue muy dura, pues ni siquiera los profesionales conocían la figura del intervencionista, Poco a poco he ido compartiendo, haciendo creo un buen trabajo y divulgándolo a través de medios de comunicación.
No sabía si funcionaría, sin embargo me he dado cuenta de que sí, por que las familias del mundo latino somos más cercanas y tienen más poder en la vida de la persona que padece la adicción.
“Entonces se podría decir que intervencionista es un intermediario, en todo caso no es el que cura la adicción, el intervencionista lo que hace es la terapia en grupo y asesora al adicto si se quiere tratar, el lugar a donde puede ir para tratar la adicción” – señala Ana
Lo que hago como Intervencionista es contactar con la familia, una familia que no hace carrera con el adicto, una familia desesperada. Y les acompaño en un proceso de cambio, porque si la persona no quiere cambiar, yo lo que tengo hacer es dirigir es a la familia para que sean ellos los que cambien en su actitud con el adicto.
Les pongo a cada uno donde tiene que estar para tener una reunión con el ser querido para hacerle entender que le quieren, que no puede seguir así, que va a haber consecuencias o límites si él no cambia y que están allí para ayudarlo.
Estadísticamente 8 de cada 10 personas dicen que sí, y cuando dicen que sí ya tenemos planificado el centro de rehabilitación que al adicto le va mejor. Los intervencionistas somos independientes, buscamos lo mejor para ese paciente, teniendo en cuenta su patología, economía, etc
“¿El proceso continúa cuando en primera instancia las personas adictas dicen que no a la intervención?” – añade la periodista
“Para mí un no es la antesala de un sí, porque si fuera tan fácil no habría un proceso tan elaborado para esto. A veces puede llegar hasta 12 horas, cuando se trabaja en esto desde las 10 de la mañana hasta las 10 de la noche y agotas todo los recursos es cuando invitas al paciente a que se vaya, tiene que salir de la casa.
Le indicamos que tiene que salir de ahí y continuamos con la familia, porque lo más doloroso para una madre es tener que decirle a su hijo enfermo que se vaya de casa.
No se trata de echar a la persona de su casa, se trata de darle opciones: o el alta en un centro de rehabilitación para poder vivir después en la casa o irse de casa, porque hay límites”.
Para terminar con la entrevista Ana plantea una última pregunta: “¿Para ser intervencionista es necesario haber tenido una experiencia traumática como la tuya o haberlo visto de cerca o cualquier persona puede ser intervencionista?”
Nosotros dictamos cursos para formar intervencionistas, y simplemente quien quiera dedicarse a esto tiene que estar sensibilizado, porque esto tiene que ser vocacional y pasional. Si no tienes la pasión y la vocación para esto es mejor que no lo intentes porque es muy desgastador.
Los intervencionistas tratamos con gente muy desesperada, estamos en la primera línea de combate, tenemos que estar muy preparado. Pero realmente no hace falta un perfil o unos requisitos previos para ser intervencionista, sólo hace falta estar sensibilizado.
Esto es un modelo que no lo he inventado yo y que funciona. Recuerdo que en mis primeras intervenciones me concentraba en seguir el modelo, primer paso, segundo paso, y cuando en mis primeras intervenciones me decían que sí, yo me sorprendía más que la madre.
Yo me he sorprendido con los resultados, ahora cuando los pacientes dicen que sí, me concentro en la cara de la madre. Esa expresión de la madre al ver que su hijo acepta el tratamiento no tiene precio.